Iluminados por el sol que nace de lo alto y que entra por nuestras ventanas, en esta fría mañana de Aracava nos encontramos de nuevo, como si lleváramos toda la vida juntos. Lo hacemos en unidad, como lo hacemos los cristianos: en torno a Jesús. En el silencio del grupo, en el canto, en la recitación nos sentimos uno.
Después de votar para el Consejo de la MEL (¡de nuevo! hay tanta gente buena…) nos sumergimos en la exposición del trabajo de los grupos: ¡la mañana promete! Cada grupo expone; la asamblea pregunta, aporta porque juntos somos auténticamente LaSalle.
Primer horizonte: cuidado de las personas. ¡Nuestro mejor patrimonio! Cuidar y cuidarse es parte fundamental de nuestra tarea. Ahora se trata de concretarlo en acciones e incluirlas en los planes para que el deseo se haga realidad.
De realidad y gestión trata el segundo horizonte: viabilidad y sostenibilidad de la misión. La confianza en la Providencia no está reñida con un ejercicio de análisis y creatividad para seguir buscando recursos que permitan seguir adelante.
La presencia evangelizadora, nuestra razón de ser, está en el horizonte tres, y también hay que concretarla para hacer carne la fe en Jesús. Y vamos encontrando ámbitos comunes en los horizontes, puesto que todo está conectado, y no podemos olvidarlo.
Horizonte cuatro: el compromiso con las personas en situación de vulnerabilidad. Ellas deben ocupar la prioridad en nuestro cuidado. Y, como en los demás puntos, hay que concretarlo para que no sean palabras vacías, sino manos llenas de obras.
Hay colectivos que demandan nuestra atención: familias y antiguos alumnos. Ellos también son destinatarios del carisma, además son garantes del mismo, porque nos eligen unos y dan fe de nuestra tarea los otros. Y por ello están en el quinto horizonte.
Y, para cerrar el círculo, volvemos a la pregunta que abría el foro: ¿qué comunidades lasalianas necesitamos para el futuro? Y esto se concreta también: hay muchas experiencias en marcha, pero el rumbo quiere ser firme, hacia un sexto horizonte.
Que no cunda el pánico: hemos podido tomar café, hoy al sol, para también mantener el vínculo con las obras, que también se han esforzado en que todo esto pueda suceder. Urgencias, sustituciones, que nos ponen en la tesitura de que todos somos importantes pero imprescindible es Dios, que nos regala nuestro carisma.
¡Ya tenemos el Consejo de la MEL completo en sus miembros electos! Les deseamos luz e inspiración del Espíritu en su tarea, reconociendo a los que lo dejan.
Y por fin vamos cerrando el encuentro, agradeciendo el trabajo a los que lo han facilitado. El Hno. José Román nos dirige unas últimas palabras: este foro ha servido para contextualizar, pero también para acercar corazones. Incluso para priorizar, que es complejo en entornos difusos. Hemos sido comunidad, porque nos conocemos y reconocemos. Ser lasaliano no es hacer cosas, es una manera de hacerlas, día a día, de manera callada, en todas y cada una de las obras. Ahora toca verificar esta nueva etapa, de cuatro cursos, comunicando lo vivido y haciéndolo realidad.
¡Foto, foto! Nos juntamos pero ya estamos juntos. Y con el centro de la vida cristiana, que es la Eucaristía, el pan partido y compartido, cogemos fuerzas para el camino. Es el banquete fraterno que anticipa la comida con la que nos despedimos para volver a la tarea, con adioses, nuevos y viejos rostros, y un convencimiento: tenemos LaSalle para rato, y en estos cuatro años nos vamos a dejar, una vez más, la piel y el corazón en el intento. ¡Hasta siempre!