“Este ha de ser también uno de los principales cuidados de quienes están empleados en la instrucción de otros: saber conocerlos y discernir el modo de proceder con ellos.” (San Juan Bautista de La Salle: Meditación 33)
A lo largo de la vida hay ciertas decisiones que merecen ser seriamente meditadas. Una de ellas es la que constituye la elección del centro educativo en el que queremos escolarizar a nuestros hijos. Las familias suelen decantarse por proximidad o recomendaciones e incluso percepciones construidas a partir de pequeños detalles.
En ciudades como Madrid, la oferta educativa es amplia y variada, aportando cada colegio elementos diferenciadores respecto a los demás. Cuando hablamos con padres de su experiencia en La Salle, los términos más repetidos son proximidad, cercanía o conocimiento de los alumnos. Y debemos reconocer que, en ese sentido, tenemos un sello especial.
Son muchos los elementos implicados en la construcción de esta identidad tan nuestra que nos lleva a un acompañamiento minucioso de nuestros alumnos. Pero a veces está tan interiorizada que, a fuerza de tenerla asumida, no valoramos en toda su dimensión esta fortaleza.
El proceso comienza siempre de manera muy sencilla, con un recabado básico de información, que se va completando en las frecuentes entrevistas que jalonan la vida escolar de nuestro alumnado. Las pruebas CALPA, que aportan datos objetivos con los que acompañar las observaciones diarias, el traspaso de información que permite un continuo fluir, así como la presencia constante y discreta del departamento de orientación, dan una imagen fidedigna de todos los elementos implicados en el proceso.
Aprender a valorar esta información, desde la discreción que siempre implica, es poner en el centro de nuestra misión a los alumnos, para poder atender a sus necesidades de la mejor manera posible. Cada profesor forma parte de esta gran obra educativa y con su cercanía y escucha se convierte en una parte esencial del camino.
El diálogo constante con las familias, persiguiendo la colaboración es la consecuencia lógica de este proceso. Las realidades familiares y académicas son complementarias, pero es necesario el traspaso de información y la asunción de un objetivo común en el bien de los niños.
Podemos afirmar, tres siglos después, que este sello es herencia de nuestro fundador. San Juan Bautista de La Salle escribe en varios fragmentos acerca de la necesidad de conocer a cada uno de nuestros alumnos para poder llegar a sus corazones. Porque con la mente se puede aprender, pero con el corazón se transforma.
La Salle San Rafael