Día agitado, revoltoso, un tanto nervioso el vivido este jueves en la IV AMEL del Distrito.

Votar y votar y volver a votar. Tanto votar nos ha hecho, a veces, botar y rebotar.

Ha sido un día decisivo en la marcha de la Asamblea. Hasta ahora teníamos papeles en borrador, ideas y diálogos de buen rollo… Y, ya sabemos, todo entra en las tragaderas de lo provisional. Hoy ha tocado afilar los lápices y poner concreción a las palabras que van a perfilar el horizonte para los próximos años de nuestra misión lasaliana.  Es hora, por lo tanto, de medir bien la altura de los sueños infinitos. Pero, también, de ajustarlos a las posibilidades reales de nuestros límites. No siempre es fácil encontrar el equilibrio.

Para este trabajo es bueno, primero, cerrar los ojos, mirar hacia dentro para ver mejor lo que está fuera. Detener los ojos en Jesús para ver la realidad con ojos nuevos. Es el primer momento del día: oración, preparada por el Sector de Catalunya, con pregunta certera: “¿hacia dónde miramos para visualizar nuestros horizontes?”. Es el trampolín para afrontar los retos del día sin miedo.

Desde ahí nos lanzamos a afrontar el trabajo que tenemos en agenda. Lo dicho: hay que revisar todo lo bien hecho los días previos para fijar, a través de la decisión magna de la Asamblea, lo que queremos que quede como horizonte para el camino de la misión lasaliana.

Sucesión agotadora de 35 votaciones tras las correspondientes presentaciones, aclaraciones, diálogos y contrastes de opiniones. Ajustes, correcciones, enmiendas, protocolos de reglamento… ¡¡Quedan aprobados los trabajos de los seis grupos!! Para unos la aprobación ha sido cercana a la unanimidad. Pero también ha habido votaciones “por los pelos”. Y es que, en esta Asamblea, compleja y plural, conviven diferentes versiones del carisma lasaliano. Bello arco iris de unidad en la diversidad.

Al final, casi sin querer, hemos quedado citados en el lugar de encuentro donde confluyen los que prefieren los caminos arriesgados y los que invitan a la prudencia de las veredas ya trazadas por la tradición. Hemos contado con buenos conductores para llegar a esos lugares. Pero, sobre todo, con la generosidad y espíritu fraterno de todas y todos.

Todavía hemos robado horas al horario para descansar antes del taller previo a la cena. La Coordinadora de las Obras Socioeducativas nos ha invitado a un paseo entre contemplativo y evaluador de las obras lasalianas nuevas que han nacido entre nosotros con el sabor mágico y fuerte de lo añejo. Suerte que hemos contado con guías expertos: los niños y niñas acogidos y acompañados, aquí mismo, en Lliria. Viendo a sus educadores me he acordado de lo que decía nuestro Fundador: el buen educador sabe conjugar firmeza y ternura.

Ya se ve el final. Será mañana. Queda la aventura de volver a Galilea para dar vida a lo que dejamos escrito en los papeles.

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